jueves, 15 de noviembre de 2007

DÍA 6 --- ISLA DE SKYE - NEIST POINT - LAGO MORAR - GLENCOE



A pesar del descontento por el tema de la habitación, hemos de reconocer que dormimos como lirones en aquella gigantesca cama.

A las 8.00 estábamos en pie y nuestro cabreo disminuyó al ver que había amanecido totalmente despejado. Hacía un día precioso.
Seguidamente nos encaminamos hacia aquel salón de lujo totalmente acristalado, muy al estilo de los años 20, a ver que nos daban para desayunar.


Nada que objetar con el desayuno ni con la simpática chica que nos atendió, salvo un pequeño incidente (culpa mía) al confundir "ham" (jamón, bacon) con "haddock" (abadejo). Este pequeño lapsus gramatical fue el causante de que Mari Carmen terminara mirándome con cara de asesina al verse obligada a desayunar haddock with eggs, o lo que es lo mismo, huevos con abadejo.



Mientras desayunábamos y nos reíamos comentando la anécdota (Mari Carmen no tanto), observamos una vez más que los británicos no solo hacen las cosas al revés cuando conducen. También les gusta llevar la contraria con el tema de los saleros. Ya era nuestro 5º desayuno y no había lugar para la duda. Ellos ponen la sal en el salero que tiene un solo agujero y la pimienta en el que tiene muchos. Maneras de complicarse la vida ¿no creeis?


Tras desayunar y mandar un e-mail a los amiguetes para darles un poquito de envidia, pagamos la cuenta no sin antes exponer nuestro desagrado a la recepcionista, sobre todo por el olor a moho que desprendía nuestro cuarto de baño.
Aunque se mostró sorprendida, la tía era mala actriz y solo acertó a decir "really? I´m Sorry".
Ntchss...No se puede hacer uno el sueco siendo escocés, joer.

Dejamos el Skeabost Hotel con una sensación agridulce , casi sin mirar atrás.
En ese momento nada hacía presagiar que volveríamos a verlo de nuevo, ya que después de recorrer 25 millas y sin saber el verdadero motivo (llámalo intuición, llámalo 5º sentido), me dí cuenta de que no llevaba el móvil encima y tuvimos que deshacer lo andado sin saber realmente si lo había perdido en el hotel.
Afortunadamente el teléfono se encontraba allí y pudimos recuperarlo, pero la imprevista julitada retrasó nuestros planes en algo más de una hora.


Eran casi las 11 de la mañana cuando llegamos al Dunvengan Castle, el castillo mejor conservado de la isla de Skye, conocido también como el castillo de los duendes, las hadas y la buena suerte.
¿No se lo creen? .....Pues pasen y vean.


Durante más de 1.000 años, el Dunvengan Castle ha sido la residencia del clan McLeod y para no ser menos que sus homólogos, está envuelto en leyendas.
Es el típico castillo con almenas, foso y fantasma, igualito igualito que el Exin Castillos.
Rebosa historia por los 4 costados y está muy bien acondicionado, aunque sinceramente, a la fachada exterior no le vendría mal una manita de pintura
.


Y por dentro, pues ya veis como se las gastan con el mobiliario.
No hay duda de que los McLeod no han visto el catálogo IKEA en su vida.










Pero el objeto tal vez más valioso de todo el castillo es un pequeño trozo de seda conocido como la "Fairy Flag", cuyo origen data de muchos siglos atrás.
Se dice que esta tela llena de remiendos, protegía a los miembros del clan y que solo la sacaban de su escondrijo para arropar a los primogénitos nada más nacer.
En una de las inscripciones, pudimos leer que algunos soldados escoceses llevaban una fotografía de la "Fairy Flag" mientras combatían en la 1ª Guerra Mundial para que les trajera suerte.
Esto es lo que aún se conserva de ella.


Antes de salir del castillo compramos algunos souvenirs, entre ellos una preciosa jarra cervecera de acero inoxidable tallada a mano con inscripciones y motivos celtas.
Nos costó la friolera de 35 libras, pero un capricho es un capricho.

Una vez en el exterior, quisimos hacer algunas fotos donde se pudiera apreciar mejor la magnificencia del Dunvengan Castle, que se halla a los pies de un apacible lago con el mismo nombre que el castillo.


Desde allí, parten pequeñas excursiones en motora donde por 15 libras te aseguran que ves focas de cerca o de lo contrario te devuelven el dinero. Nosotros ya habíamos tenido bastante con la recepcionista del Skeabost, así que preferimos dar un paseo por los jardines adyacentes, que prometían bastante.
No había más que echar un ojo a este viejo bote para darse cuenta de que lo de la jardinería en Escocia es algo más que un hobby.


Vimos muchos jardines en Escocia pero los Dunvengan Gardens fueron los que más nos gustaron con diferencia.


Puede que no fueran tan opulentos como los de Glamis o Balmoral, pero desde luego eran muchísimo más variados. Incluso había zonas donde daba la sensación de estar en medio de una selva amazónica.


Pero lo mejor de todo eran las flores. Las había grandes y pequeñas, de todos los colores y formas imaginables. Preciosas todas.
Gracias a ellas, nos dimos cuenta de los excelentes macros que era capaz de conseguir nuestra modesta, pero versátil cámara.
Merece la pena pinchar sobre las fotos para verlas en grande.




























Por desgracia para nosotros, se acercaba el momento de romper el hechizo de Skye y abandonar aquella isla tan misteriosa como fascinante, siendo conscientes de que dejábamos allí parte de nuestro corazón.
Pero aún disponíamos de cuatro horas antes de coger el ferry que nos habría de llevar a Mallaig y pensamos que no sería mala idea ir hasta el faro que había en la punta más occidental de la isla. Nos habían dicho que no debíamos perdernos
Neist Point por nada del mundo.


Para llegar hasta allí tuvimos que hacerlo a la viaja usanza, preguntando a los lugareños y consultando los mapas. No creais que el sitio está bien indicado y las diferentes guías de viaje que consultamos apenas si lo mencionaban. Ni siquiera el GPS parecía tener idea de qué era aquello y nos tocó sortear el peor tramo de carreteras de toda Escocia.
Además de las estrecheces, nos encontramos con curvas y pendientes muy pronunciadas y más cabras que en todos los capítulos de Heidi juntos.

Menos mal que no tuvimos ningún percance con el coche ya que por aquellos lares no había rastro de presencia humana que hubiera podido ayudarnos. No me quiero imaginar lo que hubiera supuesto por allí un pinchazo o una rotura del embrague. Pero claro, eso lo piensas luego.
En España tenemos Cabra Mecánica, pero allí....
no sé yo.

Viendo que una de ellas se nos quedaba mirando fijamente como si nos conociera de toda la vida, nos atrevimos a preguntarle: "-. Excuse me Mrs. Goat, can you tell us where is Neist Point, please?-"
A lo que la cabra respondió en un perfecto inglés: "Baaaaaaaaaaaaaaaaaa"
Esa fué toda la ayuda que nos prestó.


Supimos que íbamos por buen camino gracias a la orografía del terreno, que se correspondía con lo que íbamos viendo en el mapa. Al llegar a la altura de este pequeño lago de nombre desconocido, nos dimos cuenta de que estabamos a punto de llegar a Neist Point.
Si no llega a ser por las gafas de sol, se nos hubieran caido los ojos al suelo de tanto abrirlos para contemplar esta maravilla:



Ya habíamos visto algunas fotos de este lugar en Internet y nos encantó. Y ahora que lo teníamos delante, no podíamos creer que de verdad estuviéramos allí.
Mari Carmen tuvo que pellizcarme varias veces para convencerme de que no estaba soñando.
Que pena no haber tenido un ala delta en ese momento para sobrevolarlo.


Ante el irresistible encanto de parajes como éste, nos convencimos de que por muy pequeños que sean algunos lagos, no tienen nada que envidiar a goliats como el lago Ness o el lago Lomond en lo que a belleza se refiere. Como en otras cuestiones de la vida, la calidad venció ante la cantidad.

Pero no solo nos cautivó el lago. No había más que girar un poco la cabeza para recibir como una amable bofetada el impacto visual de los acantilados de la bahía de Moonen. La expresión de nuestras caras debía parecerse mucho a la del Dr. Alan Grant cuando ve el primer dinosaurio en Parque Jurásico.
Estábamos como en una nube y podría jurar que pocas veces en mi vida me he sentido tan desconectado del mundo.


Un par de millas más adelante, la carretera se termina de repente convirtiéndose en un estrecho sendero que solo se puede recorrer a pie y que conduce hasta el faro de Neist Point. A simple vista, el faro no se ve porque se encuentra detrás de un enorme peñón y para llegar hasta él hay que recorrer un trayecto de 4 kms. ida y vuelta.
Parece que está ahí mismo, pero si os fijais en los dos senderistas de la parte de abajo de la foto, comprobareis las verdaderas dimensiones de esta colosal roca.


Para llegar hasta allí, tuvimos que bajar una empinadísima pendiente no apta para personas con vértigo. Pero tardamos menos de lo que esperábamos en alcanzar el desfiladero. Otra cosa muy distinta fué la vuelta, donde casi echamos el hígado subiendo la dichosa rampa.
En cualquier caso, el esfuerzo merece la pena y hay que hacer este sacrificio si queremos disfrutar de unas vistas increíbles, aunque para fotografíar los acantilados haya que jugarse el tipo reptando hasta el mismo borde del abismo.


En días tan despejados como el que tuvimos la suerte de tener, se pueden ver a lo lejos las Hébridas Exteriores.


Quizá el faro es lo menos interasante de todo lo que alberga Neist Point. Llamán más la atención las curiosas formas que el mar y el paso del tiempo han ido esculpiendo en las rocas, convirtiéndolas en un rompecabezas geológico alucinante.












También nos resultaron muy curiosas las diferentes figuras de piedras amontonadas que había repartidas por todo el litoral, cuyo significado nunca llegamos a averiguar.












Antes de descender a Neist Point, una pareja de viejecitos nos comentó que habían visto delfines saltando muy cerca de las rocas, pero nosotros no vimos niguno.
No nos resulto raro lo de los delfines. Nos sorprendió aún más que los dos ancianos hubieran tenido el arrojo de caminar por aquellas piedras y subir la cuesta!!. Ver para creer.

Nos hubiéramos quedado allí más tiempo mirando aquel inmenso mar azul en busca de algún delfín, pero se acercaba la hora de coger el ferry y tuvimos que emprender el camino de regreso hacia el coche, mientras ambos coincidiamos en que Neist Point era lo más impresionante que habíamos visto en lo que llevábamos de viaje.
Y pensar que estuvimos a punto de perdernos todo esto........


Todavía conmocionados por lo que acabábamos de ver, pusimos rumbo hacia el sur atravesando longitunidalmente la isla de Skye, en un trayecto que duró algo más de hora y media hasta llegar a Armadale, el pequeño puerto de donde salen los ferrys con destino a Mallaig.


Afortunadamente, llegamos puntuales. Incluso nos dió tiempo a tomar un tentempié mientras espérabamos turno para meter los coches en el barco.
No había demasiada cola y embarcamos sin problemas, aunque uno de los encargados nos comentó que en los meses de Julio y Agosto o en fin de semana, coger plaza en un ferry es una auténtica lotería.
Tuvimos suerte y nuestro Megane viajó la mar de cómodo


El trayecto hasta Mallaig duró 35 minutos y nos costó 35 libras incluyendo los dos pasajes y el coche. Un ahorro considerable de tiempo y dinero si tenemos en cuenta la enorme vuelta que hubiéramos tenido que dar para salir de Skye y poner rumbo a Helensburgh, que era donde dormíamos esa noche.

Mientras dejábamos atrás Skye y su siuleta se iba difuminando en el horizonte, tuvimos la ocasión de experimentar un nuevo cambio estacional y rendirnos una vez más ante lo espectacular de los cielos escoceses.













Nunca habíamos visto caer un aguacero de esa magnitud en pleno mar y aunque esquivamos la tormenta por los pelos, sirvió para que nuestro mini-crucero se convirtiera en una de las experiencias más intensas del día.


Tras desembarcar en Mallaig, decidimos hacer una parada 5 millas más adelante para contemplar uno de los lugares más singulares de Escocia: White Sands of Morar.


En este bellísismo lugar situado en la cola del lago Morar, cualquier lógica pierde su sentido. Nos dió la sensación de estar en una playa caribeña rodando un anuncio de Malibú, al caminar por su finísima arena blanca y mirar sus apacibles aguas translúcidas.
Las pequeñas embarcaciones ancladas, aumentaban todavía más esa sensación.


Nos parecía mentira que esas tranquilas aguas formaran parte de Loch Morar, el lago más profundo de toda Escocia con simas de hasta 350 metros.
Al igual que Loch Ness, este lago también tiene una leyenda sobre un habitante submarino llamado Morag. La diferencia es que al encontrarse entre montañas de difícil acceso, no ha tenido el mismo tirón turístico que su rival.
Una lástima, ya que su entorno nos pareció igual de atractivo que Loch Nes precisamente por lo distinto que era.
El contraste entre sus aguas verdeazuladas, las amenazantes nubes negras y los rayos del sol, creaban un caleidoscopio cromático muy difícil de describir.



Como todavía teníamos un poco de hambre, escogimos las embriagadoras orillas de Morar para montarnos un pequeño picnic. Allí estuvimos descansando un rato hasta que el lugar se llenó de gaviotas en busca de rapiña.
No tenían ningún reparo en acercarse a escasos metros de donde estábamos y acabaron siendo tan numerosas, que al final nos obligaron a marcharnos.













Eran casi las seis de la tarde y aún nos encontrábamos a 120 millas de nuestro destino final, así que nos pusimos en marcha con idea de hacer todo el recorrido de un tirón. Las carreteras eran ya bastante más decentes y el viaje se hizo más llevadero.
Volvimos a pasar de nuevo por Fort William y el Ben Nevis , pero sin detenernos. Solo hicimos una parada cerca de un lugar llamado Onich para tomar un cafetito y ya de paso, ver su iglesia.


Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando empezó a caer una lluvia fina que coincidió con nuestro paso por Glencoe, una zona muy abrupta y montañosa a la que Charles Dickens describió como "hogar de una raza de gigantes".
En aquellas tierras tuvo lugar la triste masacre del clan McDonald en 1692.


Otro de los atractivos de Glencoe es el valle por donde discurre zigzagueante la carretera, donde la naturaleza se abre paso explotando con toda su furia. Los numerosos torrentes de aguas salvajes y la verticalidad de aquellas cumbres acabaron estremeciéndonos, hasta el punto de que Mari Carmen decidió otorgar a Glencoe el primer premio de belleza paisajísitica.


De esta manera tan sublime, decíamos adiós a las Highlands, las tierras altas de Escocia que tantas emociones nos habían hecho sentir. Seguro que alguna lagrimilla mal disimulada se sumó a los impetuosos arroyos de Glencoe sin que nos diéramos cuenta.


Nada más abandonar Glencoe, dejó de llover y un tímido sol apareció para lanzar destellos sobre el pequeño Loch Tulla.


A partir de aquí, el relive del terreno fue aplanándose y empezaron a desaparecer las verdes montañas, dejando paso a una extensa campiña que fué practicamente constante hasta la llegada a nuestro hotel en Rhu, una pequeña localidad limítrofe con otra más grande llamada Helensburgh.


Eran más o menos las 9 de la noche cuando llegamos, viendo con sorpresa que estaba anocheciendo a un horario lógico. Puede parecer una chorrada, pero se notaba la diferencia de latitud.

En el Rooslea Country Hotel nos estaban esperando. Tenían todos nuestros datos a punto y no es por dar publicidad, pero nos quedamos maravillados ante la eficacia de las reservas hechas a través de booking.com.
En el tema de los alojamientos, todo estaba funcionando como un reloj.

Nada más entrar al hotel, vimos que estaba en obras de remodelación y nos temimos lo peor. Sin embargo nos llevamos una grata sorpresa cuando uno de los botones nos condujo a una habitación ultra-moderna, con unas instalaciones poco menos que de lujo donde disfrutamos de una buena ducha, té con galletas, una excelente pantalla LCD de 40 pulgadas y unas vistas maravillosas a la bahía de Gare Loch.

Hicimos fotos del hotel y de la bahía, pero la tarjeta de memoria se averió echando a perder unas cuantas fotos de Rhu y de nuestra visita del día siguiente al lago Lomond. Solo pudimos recuperar por software algunas de Helensburgh.
Una pena.

Nos fuimos pronto a la cama. Habían sido muchas las millas que recorrimos ese día. Muchas emociones juntas.
Antes de quedarnos dormidos, estuvimos recordando todo lo que habíamos visto y los dos coincidimos en que había sido la mejor jornada de todas, la que más nos había marcado.
Nada podía superar aquello, aunque visto lo visto, cualquiera se atrevía a afirmar algo tan contundente.

Antes de la medianoche, habíamos caido rendidos por el cansancio.

2 comentarios:

Glo dijo...

Hola!
Ante todo me gustaría felicitarte por esta maravilla de blog. Estoy sondeando ir este verano a Escocia con una amiga y me esta convenciendo mucho tu relato... estoy enganchadisima leyendo los posts.

Comentas en este post que no sabíais que significaba los montoncitos de piedras que había por la zona de los acantilados. En montaña estas piedras en plan torre significan que es un camino. Si tu sigues las torrecitas de piedras (como aquellos dibujos que hacíamos cuando eramos niños de unir los puntos)no te perderás y ademas que por allí ha pasado más de un visitante y te "dice" que el camio es seguro.

Yo también tengo un blog de viajes (http://lamaletadeglo.blogspot.com) y me lo paso en grande hablando de sitios que ya he visitado o qeu piendo viditar. Si acabo pasando las vacaciones en escocia sin duda que te citaré como ya he recomendado este blog en la pagina que tengo en facebook del blog (www.facbook.com/lamaletadeglo)

Un abrazo y mil gracias por tu ayuda con este blog

Glo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.